El equipo más odiado de Alemania

«Estamos desarrollando el RB Leipzig con el único objetivo de que juegue en la Bundesliga dentro de 4 ó 5 años. También queremos llegar a la Champions y ser exitosos allí». Fueron las palabras pronunciadas en 2011 por Dietrich Mateschitz, fundador de Red Bull, sobre el club que actualmente genera más antipatía en toda Alemania precisamente por cobijarse bajo la protección de la compañía de bebidas energéticas.

Era 2009, y la firma de los dos toros rojos ya llevaba tiempo queriendo extender sus dominios hacia el fútbol en territorio germano. Lo había intentado sin éxito con un par de clubes, viéndose obligada a renunciar ante las protestas violentas de los fans. Finalmente su insistencia dio sus frutos, y a las puertas del curso 09/10 el cuarto equipo impulsado por la empresa austriaca vio la luz, esta vez en Sajonia, en la antigua Alemania del este. Allí Red Bull adquirió la licencia del SSV Markranstädt, que militaba en la 5ª división. Sin embargo, a diferencia de las experiencias anteriores, en Alemania la normativa les impedía que el nombre de la compañía y su logotipo se registraran en los estatutos del club recién formado. Así, después de unos pequeños retoques -algunos de photoshop en el escudo- nació el RassenBallsport Leipzig. La ambición del proyecto les llevó a los pocos meses de vida a trasladar su residencia al imponente Zentralstadion, que había sido inaugurado en el Mundial de 2006 y que con la llegada de la nueva institución cambió su denominación por la de Red Bull Arena, cómo no.

Dietrich Mateschitz, el hombre más poderoso del imperio Red Bull, tiene muchas esperanzas puestas en el proyecto Leizpig.

Dietrich Mateschitz, el hombre más poderoso del imperio Red Bull, tiene muchas esperanzas puestas en el proyecto Leipzig.

La inversión no tardó en hacerse notar y en apenas cuatro campañas el club alcanzó la tercera categoría del fútbol nacional, aunque solo necesitaría un intento para certificar su ascenso desde la 3.Bundesliga hacia el profesionalismo, lo que constituía un hecho sin precedentes. Entonces llegó el huracán de controversia. Subir a la segunda división suponía quedar bajo un nuevo amparo administrativo, el de la Deutsche Fußball Liga, lo que se traducía en el cumplimiento de una nueva normativa; la más puntillosa de todas para el RB: la regla 50+1. Este precepto evita que un único inversor se pueda quedar con el control de más del 50 % de un club. Es decir, los aficionados siempre son los propietarios mayoritarios. El modelo es simple: un fan de a pie puede convertirse en socio capitalista de su equipo aportando una cantidad normalmente asumible -en el Bayern desde 60 € por temporada-. Esto permite a la masa de hinchas tener voz y voto, participar en la toma de decisiones -fijando por ejemplo el precio de las entradas-. Esta es la normativa general, que encuentra sus excepciones en el Leverkusen -fundado por la farmacéutica Bayer- y el Wolfsburgo -propiedad de Volkswagen- dado que ambas compañías fundadoras lo llevan siendo durante más de 20 años, cuando la legislación, además, era diferente.

De modo que con ese background, al RB Leipzig solo le quedaba tirar de argucia para conseguir la licencia profesional sin que Red Bull perdiera sus poderes. La estrategia fue clara: precios disparatados para poder convertirte en socio (800 euros anuales más un primer depósito de 100) y que el club se reserve el derecho de admitir o no las solicitudes. Siendo así las cosas, en seis años de historia, el RB Leipzig dispone de no más de 15 socios accionistas -la gran mayoría de los cuales empleados de Red Bull-, lejos de los más de 200.000 con los que cuenta el Bayern de Múnich o los 100.000 del Dortmund. Esta manera de operar, desconocida originalmente en Alemania, ha generado el rechazo del resto de clubes de la 2.Bundesliga hacia el RB Leipzig, pues entienden que su modelo dinamita la esencia del fútbol teutón. Y eso de veras les duele.

Las hostilidades hacia la institución de Sajonia se han convertido en una constante, amén de que cada vez son más las iniciativas encaminadas a lograr que el organismo competente revise el sistema de concesión de licencias. Las protestas, al principio poco coordinadas, han tomado un cariz organizativo que sitúa al RB Leipzig como el club que más animadversión despierta entre los hinchas alemanes. Grupos de aficionados de los otros 19 clubes de la categoría se han sumado a la campaña «Nein zu RB» (No al RB). Bajo este paraguas de inquina, las iniciativas de los fans que visitan o reciben al conjunto sajón han sido numerosas. Cuando no son carteles con el lema «Red Bull vertreiben» (Red Bull fuera) son los cánticos ofensivos, o si no, ambas cosas. Ya los hinchas del VfR Aalen renunciaron a asistir al Red Bull Arena, mientras que los del Union Berlin permanecieron 15 minutos en silencio ataviados con uniformes negros cuando recibieron al RB en la capital, al más puro estilo de un funeral.

«Epidemia de toros», reza este eslogan de una tribuna germana cualquiera.

Visto desde una perspectiva global, el caso del Leipzig no es algo excepcional, sino un ejemplo más de la impronta que está dejando eso que denominan «fútbol moderno» o «fútbol negocio». El key point del asunto reside en que la cultura futbolística alemana no entiende de petrodólares que permitan a multimillonarios tomar las riendas de un club y manejarlo a su antojo, pues ven tales inyecciones de capital extranjero como una bofetada a su tradición histórica. Mientras tanto, lo único cierto es que la profecía de Dietrich Mateschitz está más cerca que nunca de cumplirse, pues al mismo tiempo que escala la antipatía hacia el RB Leipzig, también lo hace el favoritismo del equipo para lograr el último ascenso, el definitivo. Queda un largo trecho hasta el final de la campaña, pero ya en noviembre una racha excepcional de resultados ha incrustado al conjunto de los toros en la cabeza de la clasificación. Sostenido por la inyección monetaria de Red Bull, el crecimiento exponencial del RB Leipzig ha vuelto a situar a un equipo del este alemán en el mapa. De culminar su gesta, sería el primer equipo de la extinta RDA en alcanzar la Budesliga desde que en 2009 lo hiciera el Energie Cottbus. El resto, en bloque, intentará que esto no suceda. Cuestión de principios.